El pasado fin de semana, se puso punto y final a una temporada más del Mundial de Motociclismo, el mejor de la historia para nuestro país, con tres españoles campeones (y subcampeones) de las tres categorías (Jorge Lorenzo –MotoGP–, Toni Elías –Moto2– y Marc Márquez –125cc–).
Si eres aficionado a las motos, es muy probable que en el último número de la revista te hayas parado a leer –con cierta nostalgia– la página que dedicamos en nuestro exclusivo Club Esquire a Randy Mamola (pág. 54, noviembre 2010).
Mito del motociclismo en los 80, este californiano dejó de competir hace ya 18 años. Pese a ello, nunca renunció a 'bajarse de la moto'. En este tiempo, se ha establecido con su familia en Barcelona, ha sido comentarista de televisión y ha fundado la ONG Riders for Health. Por si fuera poco, además, Ducati le ha asignado la responsabilidad de ser el piloto que brinde la oportunidad (a algunos privilegiados) de subirse junto a él a una auténtica MotoGP.
Pues bien, allá por el caluroso mes de julio, con motivo del G.P. de Cataluña en Montmeló, un servidor pudo comprobar que esto de ser redactor de la revista masculina más antigua del mundo, a veces, conlleva ciertos peligros. Gracias a nuestros buenos amigos de Alpinestars (con Elena Radina a la cabeza), pude conocer y entrevistar al bueno de Randy para, seguidamente, convertirme en unos de esos privilegiados que dan dos vueltas al trazado catalán encima de una Ducati oficial (con Mamola a los mandos, por supuesto).
Casi 300 km/h en la recta de meta, sonido ensordecedor, el asfalto que casi te roza la barbilla en las curvas, 'caballitos' en las aceleraciones, derrapes, frenadas estrepitosas... ¿El resultado?, tres días de agujetas por todo el cuerpo que merecieron la pena. Aun así, sobreviví para lo más importante: Poder contarlo. Si no os lo creéis, echad un vistazo a las siguientes imágenes. ¿Quién dijo que trabajar para Esquire no fuera una profesión de riesgo? (por José María Álvarez).
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