Cuando el gran escritor y poeta portugués Fernando Pessoa tenía apenas 7 años, su madre se casó en segundas nupcias con el comandante João Miguel Rosa, cónsul de Portugal en Durban, Suráfrica, entonces colonia británica de Natal, territorio ubicado en una esquina de África y bañado por el Índico. En sus playas, el niño Pessoa –que hasta allí se fue a vivir–comenzó a hilvanar sus primeros versos bajo la luz metálica del sol austral.
Hoy recorremos la arena de Durban con un óptica bien diferente. Su paseo marítimo, repleto de terrazas y clubs de surf, respira sabor a Mundial. Sus numerosos habitantes (Durban es la tercera ciudad del país y posee, curiosamente, una comunidad hindú multitudinaria) pasean orgullosos junto a sus terrazas enfundados con la camiseta de Brasil, Holanda o España puesta (aunque dudo mucho que sean capaces de colocarnos en el mapa). Las autoridades han pedido que, de algún modo, apoyen a los equipos que han pasado o irán pasando por esta ciudad y se lo han tomado muy a pecho. Este viernes, habrá todo un partidazo en su modernísimo estadio (hasta tiene un mirador de vértigo en su cúpula). Brasil en un lado y la Portugal de Pessoa en el otro. De ahí saldrá (si todo marcha bien y hacemos los deberes contra Chile) nuestro rival en octavos de final. Aquí os dejo, para ambientaros, una panorámica de su paseo volcado a la playa (por Daniel Entrialgo).
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