Algunos aeropuertos parecen más parques temáticos que un nudo de comunicaciones. En el de Zurich, hay un hipermercado gigante al que los lugareños van a comprar el pan y la leche, como si fuera el súper del barrio. Sólo falta un par de cines y una bolera. Sin embargo, la Sala Business de la compañía Swiss llama la atención por su amplitud y diseño.demás de los clásicos ítems de comodidad –wifi, autoservicio de bebida y comida (excelente arroz frito), prensa, televisión–, me encuentro con un ejército de camas plegables, con sistema de masajeo incluido, ideales para esas siestas que Camilo José Cela catalogaba como de “pijama y orinal”. Si te levantas un poco aplatanado, disponen también de un servicio de duchas; así te das un chapuzón, te cambias la camisa y llegas a tu reunión de trabajo hecho un pincel. En el piso de arriba, el de los fumadores, hay una barra de bar de unos veinte metros de longitud que ya quisieran para sí algunos garitos madrileños. Así son los suizos. Muy suyos. Aún me acuerdo de la azafata de la sala Vip del aeropuerto de Florencia, que me miró ojiplática cuando le pregunté por la conexión wifi. Aquello parecía un área de descanso de Aranda de Duero, con expositores de cerámica regional y CD’s de Andrea Bocelli. No diremos la compañía con la que volábamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario