miércoles, 9 de febrero de 2011

Licores y basiliscos


Ya lo hizo Astérix en su día, cuando se vino hasta Lutecia con Obélix. Si uno visita Suiza, debe probar una buena fondue de queso. El secreto, además de la materia prima, está en el Kirsch, un aguardiente de cerezas local que los helvéticos veneran. Antes de echar el queso en la fuente, un par de lingotazos le aportarán a la fondue ese sabor (y olor) tan robusto y tan suizo. Al acabar el último currusco de pan untado, un par de chupitos de Kirsch, estos ya directamente de la botella (como la de arriba), servirán para aliviar un poco el tubo digestivo.

Y una segunda curiosidad sobre Basilea, su escudo heráldico incluye desde el siglo XV un basilisco, ese animal mitológico parecido a una serpiente –y capaz de matar con una simple mirada– que en castellano da sentido a la expresión “ponerse hecho un basilisco”. Aquí os lo dejo representado en una de las fuentes del casco urbano.

(por Daniel Entrialgo).


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