Recuerdo perfectamente la primera vez que vi "Reservoir dogs". Esas cosas no se olvidan. La sala se apaga, se ilumina la pantalla y aparece en escena un grupo de tipos desayunando con caras de malas pulgas y trajes a lo Dolce&Gabbana. Tarantino recita su famoso monólogo sobre el "Like a virgin" de Madonna mientras lo más granado del cine indie (Harvey Keitel, Steve Buscemi, Tim Roth...) se descojona de risa. En una esquina, un viejo de piel acartonada y pelo blanco, el señor Azul, exclama: “A mí me gustaba al principio, en "Borderline", pero cuando empezó con "Papa don’t preach me"...”. Entonces no lo sabía, pero Tarantino estaba homenajeando –con ese pequeño cameo– a uno de sus grandes ídolos: Edward Bunker (foto de abajo).
Una vida jodida la suya. Padres divorciados, reformatorios, malas calles, atracos a mano armada... En 1950, con sólo 17 años, se convirtió en el preso más joven en entrar en San Quintín. Allí, en su celda (compartió pared con el famoso asesino y violador Caryl Chessman), encontró refugio en los libros. Consiguió una suscripción al suplemento literario del New York Times y comenzó a devorar literatura: Faulkner, Hemingway, Thomas Wolfe, Jack London...En 1963, emborronando con un lápiz unas cuartillas de papel cuarteado, escribió su primera novela, "Stark", que no vería la luz hasta su muerte, en 2005.
Bunker narraba en sus obras el mundo que conocía: matones, chulos, yonquis, ladrones de bancos, asesinos, chivatos... Un género que James Ellroy definió como “un híbrido brutal entre las obras de corte pulp/noir y la fantasía punk”. Un adelantado a su época que, incluso, obtuvo una candidatura a los Oscar por su guión de "El tren del infierno" (1985), de Andréi Konchalovski. Desde hace unos meses, la editorial Sajalín está recuperando –para una nueva generación de lectores– parte de su obra ("No hay bestia tan feroz" y "Stark", portada de arriba), un chorro de aire fresco tan brutal como necesario.
(Por Daniel Entrialgo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario