Todos tenemos reminiscencias de nuestra época animal. Están en nuestra esencia, en nuestros genes. A menudo, nos esforzamos en construir laberintos de excusas más o menos sutiles que intentan justificar nuestros instintos. De esta especie de sublimación de lo más básico surgen las canciones, la poesía e incluso las malas novelas. El otro día, terminé de leer una muy mala de casi setecientas páginas. Pensé para mí: “¿Y qué quería transmitir el autor? ¿Cuál era el mensaje resumido de este ladrillo...?”. Pues tan simple como: “Yo-quiero-follar”. Y luego lo alargó un poco.
Los sonidos más interesantes no nacen en el centro del universo musical, sino en la periferia.
La música puede influir en tu olfato. Suena alucinante, pero es verdad.
Una vez coincidí con Chuck Berry. Fue hace ya algunos años. Me dijeron que estaba en la habitación de al lado y pensé:
“No quiero conocerle; no quiero presentarme en plan admirador; solamente me gustaría ver cómo es en persona”. ¿Os digo la verdad? Tenía una pinta horrible.
Texto completo en la revista Esquire de este mes.
Genial reflexión sobre lo que puede llegar a ser un libro. I casi superfluo decir que la revista roza la perfección. Seguid haciendo el trabajo que hacéis y en cuanto a auto promoción si algún día necesitáis alguna colaboración de carácter fresco a la par que reflexivo-filosófico... sobra decirlo. Gracias por hacer esos viajes en metro o en avión mas llevaderos.
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