En la esquina de la calle Paz con Olaguibel, en pleno centro de Vitoria, estaba el cine Amaya, el único que he conocido con sesión continua. Ponían primero una del oeste, tipo Bud Spencer o spaguetti-western; y luego una española de destape-light; las cáscaras de pipa del suelo alcanzaban centímetros de altura y el acomodador te enchufaba con la linterna en plena cara si hablabas alto. Hace años que cerró. Muchos. Los viejos cines de pantalla grande y molduras en el techo agonizan desde hace tiempo (como en ese gran largometraje de Peter Bogdanovich que se llamaba La última película).
Si os ponéis nostálgicos, os podéis dar una vuelta por La Academia de Cine (está en calle Zurbano nº 3, en Madrid) donde desde hoy hasta el próximo 23 de octubre se exponen una serie de instantáneas de Francisco Garrido en las que se muestran cines cerrados de ciudades y pueblos de la geografía española. El fin de una época y de una forma de entender eso de "ir al cine". (fotografía: Francisco Garrido)
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