> No conocí muy bien a mi padre. Pasé unas tres semanas con él cuando tenía doce años, justo tras fallecer mi abuelo. Es todo lo que vivimos juntos. Una noche que yo no podía dormir se levantó y me dijo que le acompañara a la cocina. Sacó todo lo que había en el frigorífico y me hizo unos tacos, los mejores que he probado en mi vida. Le mataron un año y medio después [su asesino prendió fuego a la casa en la que vivía y le acribilló cuando intentaba escapar de las llamas].
> El asesinato de mi hermana fue devastador, un gran cambio de vida [con tan sólo 18 años, fue raptada, violada y asesinada al salir del restaurante donde trabajaba como camarera]. Me sentí totalmente perdido. Tardé veinte años en recuperarme...
o al menos en poner todo aquello en un lugar donde no pudiera hacerme daño. Aún me entristece, pero ya no duele tanto.
> Mis dos hermanastros murieron en un accidente dantesco. Estaban haciendo submarinismo y fueron atacados repentinamente por unos tiburones. De uno de ellos nunca se encontró ningún resto. Prefiero la adversidad que puedo prever; las que surgen de improviso son difíciles de contrarrestar.
A pesar de todo, aún le queda tiempo para filosofar sobre lo bueno de la vida:
> No existe nada mejor que una baguette crujiente y 450 gramos de auténtico salami milanés.
> Encontrar un buen tomate hoy en día equivale a que te toque la lotería. Es como un trébol de cuatro hojas o algo así.
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