Si alguna vez habéis consultado la típica carta de aguas, en algún restaurante pintón, os habréis topado con una botella cilíndrica de diseño Calvin Klein que responde al nombre de Voss (y que cuesta unos 6 euros). En su etiqueta especifica que se trata de agua de deshielo procedente de Noruega y que ofrece la máxima pureza. Pues bien, después de comprobar las enormes cascadas transparentes que ofrece la preciosa región de este mismo nombre quizá nos guardemos la ironía para otra ocasión. Da gusto ver correr en libertad semejantes torrentes de naturaleza, una auténtica maravilla que entra por los ojos y también por los oídos (¿alguien conoce un sonido más apacible que el del agua correr?). Después de una carretera verde como el trigo verde y el verde verde limón, se abre paso un inmenso lago heladoque –ya en julio– aún se niega a derretirse. Pedazo de país que tienen estos vikingos. ¡¡Quiero ver más!! (fotos: D. Entrialgo).
lunes, 29 de junio de 2009
La patria chica del agua Voss
Si alguna vez habéis consultado la típica carta de aguas, en algún restaurante pintón, os habréis topado con una botella cilíndrica de diseño Calvin Klein que responde al nombre de Voss (y que cuesta unos 6 euros). En su etiqueta especifica que se trata de agua de deshielo procedente de Noruega y que ofrece la máxima pureza. Pues bien, después de comprobar las enormes cascadas transparentes que ofrece la preciosa región de este mismo nombre quizá nos guardemos la ironía para otra ocasión. Da gusto ver correr en libertad semejantes torrentes de naturaleza, una auténtica maravilla que entra por los ojos y también por los oídos (¿alguien conoce un sonido más apacible que el del agua correr?). Después de una carretera verde como el trigo verde y el verde verde limón, se abre paso un inmenso lago heladoque –ya en julio– aún se niega a derretirse. Pedazo de país que tienen estos vikingos. ¡¡Quiero ver más!! (fotos: D. Entrialgo).
Ballena a la plancha en el puerto de Bergen
Bergen es la segunda ciudad más importante de Noruega, pero sigue manteniendo un aspecto venerable de viejo puerto de la Hansa. Hemos venido hasta aquí en busca de un reportaje, pero el trabajo da hambre y nos hemos parado a tomar algo en el Mercado del Pescado, un trasunto de tenderetes con un montón de género fresco.
A un lado, divisamos las casas tradicionales de madera, pintadas de vivos colores; al otro, dos simpáticas noruegas ofrecen una degustación de ahumados y mariscos: pinzas de cangrejo real, salmón con eneldo, arenques y un extraño fileteado de color marrón oscuro, con aspecto de solomillo abulense. Resulta que es ballena a la plancha y yo jamás la he probado antes. Tiene textura parecida al atún y un sabor bastante poderoso. No me extraña que a los japoneses les dé por saltarse las cuotas y arponear a todo bicho viviente. Para empujar el bocado, una Tuborg bien fresquita. Me está gustando este pueblo (fotos: D. Entrialgo).
A propósito de Galella

Mucha gente me ha preguntado estos días sobre nuestra última portada, sobre cómo hemos conseguido una exclusiva para Esquire España con el maestro Ron Galella. En realidad, fue nuestro colaborador Manuel Santelices –el mismo que consiguió entrevistar a Javier Bardem (sí, la famosa portada del perrito) cuando éste se negaba a hablar con medios españoles– quien nos puso tras las pista del paparazzi más famoso del mundo. Fue Manuel quien le visitó en su casa museo de Nueva Jersey y quien comentó con él sus mejores fotos. Una historia fascinante que ha terminado encabezando –de naranja fosforito– nuestro número de julio-agosto. Gracias, Manuel, por tu empeño.
viernes, 26 de junio de 2009
Vértigo en la pasarela (II)

Vértigo en la pasarela (I)
viernes, 19 de junio de 2009
Dublín y yo con estas pintas
El número uno del Barça

Así de fosforita es la nueva camiseta del FC Barcelona, que lo mismo te sirve para echar un partidillo que como chaleco reflectante en la carretera. El negocio manda y hay que vender camisetas. Nos enviaron una con el logo de Esquire en la espalda, la hemos enmarcado y decora uno de los pasillos de la redacción. A los merengones les da un poquito de urticaria, pero todo sea por apoyar a UNICEF, que forma parte del proyecto.
lunes, 8 de junio de 2009
Lucerna, Federer y arquitectura

El mismo fin de semana que Roger Federer ha saldado sus cuentas con la historia y con la tierra batida de Roland Garros, termino mi periplo por tierras helvéticas; concretamente en Lucerna, una las ciudades más emblemáticas del país de las pastillas Ricola. Lo bueno de los suizos es que son tal y como te los imaginas: puntuales, limpios y eficaces; así que no hay sorpresas desagradables. Ahora les ha dado por salpicar su urbanismo tradicional (mucha madera, soportales medievales, preciosos tejados de agua) con elementos de arquitectura moderna. La última copa del viernes por la noche nos la tomamos en el penthouse del Hotel Astoria, un edificio acristalado de puro diseño obra del dúo Herzog&De Meuron, los arquitectos suizos responsables –entre otras muchas cosas– del Allianz Arena de Munich o del famoso Bird's Nest de Pekín, el estadio olímpico que asombró al mundo el pasado verano. Me descubre el local Andrés Calvo, un coruñés que lleva ya una década gestionando hoteles en Lugano y Lucerna. Ahora maneja las riendas del Wilden Mann Luzern, un hotelito tradicional con un excelente restaurante de comida autóctona (nos contó que ya era una posada de postas en el lejano 1321). El sábado nos vamos de tiendas y comprobamos que el franco suizo ya no es tan fiero como lo pintaban. Eso sí, no es que Suiza haya perdido fuelle, que también, es que el euro ha disparado tanto los precios españoles que ya todo nos parece normal. El domingo, mientras empaco las maletas, veo a Federer en Eurosport luchar a cuchillo por el último Grand Slam que le falta. Jamás pensé que lo vería ganar en París desde un televisor suizo.
Bollywood en Los Alpes
Engelberg es un pintoresco pueblecito enclavado en plenos Alpes suizos; prados verdes de Pantone y vacas lecheras con ubres como botafumeiros A sus pies se eleva el Tetlis, un macizo de más de 3.000 metros de altura en cuya cima se sitúa una estación de esquí, un glaciar y un pequeño complejo de tiendas y atracciones relacionadas con la nieve. Lo alucinante del sitio es que está tomado por indios (o hindúes, que siempre hay puristas), auténtica legión de turistas con tercer ojo pintado que suben a las perpetuas nieves de la cima con calcetín gordo y chancletas. Gabriela, la guía de la estación, una rubia helvética de sonrisa perenne me explica el misterio. Al parecer, la industria de Bollywood acostumbra a rodar producciones estrellas en estas cumbres y los indios, fanáticos de su cine, acuden hasta aquí fascinados por un paisaje absolutamente diferente al suyo, pero familiar por las películas. Supongo que se quedaran tan ensimismados como cuando alguien va por primera vez a Nueva York y contempla el puesto de hotdogs de Central Park por el que tantas veces ha visto pasear a Woody Allen. Si en algo son maestros los asiáticos es en el arte del kitch. Arriba, por unos 20 euros, te realizan una foto con el monte de fondo y luego, mediante Photoshop, te colocan al lado, si quieres, a la estrella de Bollywood que tu elijas. Incluso tienen disfraces por si quieres vestirte de Heidi o Pedro. El dinero manda, así que todos los carteles están señalizados en indio y hay un restaurante tandori para que se sientan como en casa. ¿Cómo debe ser una escena Bollywood en la nieve? Algo así como aquel vídeo de Wham! de Last Christmas mezclado con el anuncio del Del pita pita del (fotos: D. Entrialgo).
Siesta y ducha en el 'lounge' de Zurich
Algunos aeropuertos parecen más parques temáticos que un nudo de comunicaciones. En el de Zurich, hay un hipermercado gigante al que los lugareños van a comprar el pan y la leche, como si fuera el súper del barrio. Sólo falta un par de cines y una bolera. Sin embargo, la Sala Business de la compañía Swiss llama la atención por su amplitud y diseño.demás de los clásicos ítems de comodidad –wifi, autoservicio de bebida y comida (excelente arroz frito), prensa, televisión–, me encuentro con un ejército de camas plegables, con sistema de masajeo incluido, ideales para esas siestas que Camilo José Cela catalogaba como de “pijama y orinal”. Si te levantas un poco aplatanado, disponen también de un servicio de duchas; así te das un chapuzón, te cambias la camisa y llegas a tu reunión de trabajo hecho un pincel. En el piso de arriba, el de los fumadores, hay una barra de bar de unos veinte metros de longitud que ya quisieran para sí algunos garitos madrileños. Así son los suizos. Muy suyos. Aún me acuerdo de la azafata de la sala Vip del aeropuerto de Florencia, que me miró ojiplática cuando le pregunté por la conexión wifi. Aquello parecía un área de descanso de Aranda de Duero, con expositores de cerámica regional y CD’s de Andrea Bocelli. No diremos la compañía con la que volábamos.